Sí. No. Esta no es una pregunta con una sola respuesta. Lo primero que debemos tener claro, es que el núcleo familiar es la primera fuente de socialización a la que se expone un niño. Por lo que, su convivencia con padres y hermanos son las mejores ocasiones para aprender, modelar y ensañar las interacciones entre los seres humanos. Las peleas entre hermanos son pan de cada día en el hogar de cualquier familia que tenga dos o más hijos. Donde los mismos, se dedican a exponer sus puntos de vista, delimitan sus espacios, crean reglas personales, entre otros. En el momento que uno de los dos se siente invadido o irrespetado es donde la bomba comienza a explotar. Como padres, el primer paso debe ser dejar que los hermanos interactúen entre sí, busquen sus balances y soluciones entre ellos mismos. Lo ideal es que los hermanos, puedan llegar acuerdos sin la intervención de las autoridades de la casa y así por si solos están desarrollando sus habilidades sociales de manera natural, lo cual luego lo pondrán en práctica en cualquier situación de la vida diaria.     

Pero ojo, cuando dichas peleas y problemas no encuentran solución, y lo único que parece es día tras día estar dando vueltas en círculos o las peleas tienden a volverse agresivas afectando físicamente a uno de los hermanos, el padre o la madre debe intervenir en la misma. Siempre tomando un papel de mediador para ayudar a resolver la situación. Nunca parcializarse con un solo lado del problema, dado que se debe ser consiente, que ese problema no es suyo, es una situación de malestar producida por sus hijos entre ellos mismos. No ha sido una falta de respeto a usted como padre.

La primera recomendación para saber mediar en una pelea es escuchar ambas partes, donde se les dé la oportunidad a cada hijo sin ser juzgado, de ser escuchado y que punto de vista tiene sobre la situación que los tiene enojados.

Luego, poner a cada niño a buscar soluciones, con las cuales entienden pueden solucionar el problema. Las mismas deben hablarse o escribirse, de forma tal, que se puedan dar cuenta si la decisión tomada generará consecuencias positivas o negativas sobre él y su hermano.

Por último, ponerlos a elegir un desenlace que satisfaga a ambas partes. Donde sean ellos que lleguen a los acuerdos finales y entiendan que dichas soluciones las han tomado porque les traerá beneficios y tranquilidad a los dos. No por complacer a los padres.

Esta técnica, aunque parezca mucho hablar dará sus frutos a través del tiempo. Dado que los hijos irán aprendiendo que para resolver problemas podemos recurrir a un abanico de soluciones, sin necesidad de encerrarnos solo en repetir el problema o actuar sin pensar en las consecuencias.

Como padres, también tenemos el deber de propiciar condiciones que eviten el enfrentamiento entre los hermanos. Algunas de estas sugerencias son de gran utilidad:

Sea modelo de discusión asertiva, donde cuando tenga que exponer sus puntos de vista o se sienta enojado, sea usted modelo de poder hablar con corrección, sin insultar, ni herir a los demás.

Enseñar a nuestros hijos a expresar sus sentimientos. Siempre que sea feliz, asustado o enojado. Enseñarlos a poner un nombre a como se sienten y que esto sea respetado por los padres.

Dedique momentos especiales a cada hijo. Donde sientan que son personas diferentes, queridas y aceptadas con sus defectos y virtudes.

Enseñarles cómo se comparte y se piden adecuadamente las cosas.

Evitar comparaciones entre ellos.

Fomentar actividades no competitivas entre los mismos.

Felicitar en los momentos donde el compartir entre ellos este siendo de manera adecuada y tranquila.

Al aplicar todo lo anterior, no puedo prometerles que las peleas desaparezcan, pero si puedo garantizar, que el aprendizaje que obtendrán de las mismas ayudará a sus hijos a crecer como seres humanos socialmente saludables.

Fotografía: Jose Luis Pelaez Inc/Blend Images/Getty Images